Tras 18 años en la brecha, la brasileña sigue siendo la modelo mejor pagada del mundo. Una posición conquistada gracias a su cuerpo pluscuamperfecto y su carisma, que la han llevado a ser la nueva imagen de Les Beiges de Chanel.
Con su piel dorada, su intensa mirada azul, su atlética estructura y sus larguísimas piernas, Gisele Bündchen es la antítesis del “heroin chic” que reinó en las portadas y las pasarelas de los años 90. Y aunque el look “estoy fatal de salud” todavía retiene parte de su hechizo sobre el universo de la moda (que se lo pregunten a Kate Moss o a su virtual sucesora, Cara Delevingne), la que se lleva el gato económico al agua de la playa de Ipanema es la multimillonaria Gisele.
Descubierta a los 14 años mientras se comía una hamburguesa en un MacDonald’s, su genética germana, mejorada durante cinco generaciones por la placidez climática de Horizontina (Brasil), donde nació hace 32 años, sorprendió al “booker” (así se conoce a los cazatalentos en el mundo de las pasarelas) de una prestigiosa agencia de modelos. Y todo fue rodado. A los 15, Gisele ya vivía en Nueva York y, a los 17 años, era la modelo del momento, con más de 200 desfiles en Milán y París. “Que me dejaran salir al mundo tan joven fue una suerte –le contó al Belfast Telegraph el año pasado–, porque mis padres confiaron en mí y yo no quería defraudarles. Mi familia me da la fuerza que necesito. Me dejaron volar y experimentar la vida por mí misma, para ver si tenía lo que hay que tener para cometer mis propios errores. Y la verdad es que he cometido unos cuantos”.
Su piña familiar la componen sus seis hermanas (entre ellas, su gemela Patricia, una versión bella, pero más mundana, que es su manager en Brasil) y sus padres, Vladir y Vânia, que llevan más de 40 años casados. A la conexión brasileña hay que sumarle su propio nido: su marido, Tom Brady (quarterback de los New England Patriots), tan guapo como ella, y sus dos preciosos hijos, Benjamin Rein, de tres años, y Vivian Lake, de escasos cinco meses. Ambos nacieron de partos naturales en la bañera de su casa, seguidos de unos puerperios envidiables, que ella achaca a su forma física, ya que fue capitana del equipo de voleibol de su colegio y sigue siendo fanática del yoga y del kung fu.
Su matrimonio con Brady (y, anteriormente, su largo noviazgo con la estrella de Hollywood Leonardo DiCaprio) la elevaron a la categoría de estrella mediática en Estados Unidos, donde no falta jamás a los eventos importantes, como la última gala del Met, a la que acudió vestida de Antony Vacarello.
Fueron su silueta espectacular (mide 1,80 y posee medidas pluscuamperfectas: 86-61-86) y sus interminables piernas los que le marcaron el camino de la gloria en las pasarelas. Pero fue Mario Testino quien tuvo que insistir y emplear toda su influencia (que es mucha) para que contrataran a Gisele en sus primeros trabajos editoriales. “No le gustaba a nadie. Nadie la quería. Le ponían pegas a su nariz, a sus ojos, a su cintura...”, contó el prestigioso fotógrafo en la inauguración de una de sus exposiciones en Londres. Pero Testino estaba empeñado en incluirla en las historias que disparaba para Vogue y otras grandes biblias de la moda. Y la convirtió en la sensual portada de uno de sus libros más emblemáticos, “Mario de Janeiro Testino” (Ed. Taschen), una evocación de la extraordinaria belleza de los hombres y mujeres que pueblan las playas cariocas. El tiempo se ha encargado de demostrar más que de sobra que el peruano tiene el ojo mejor entrenado del planeta para descubrir la auténtica belleza.
Pero es que, además, Bündchen es la top más rentable de la historia y lleva siete años consecutivos siendo la mejor pagada de todas sus colegas de profesión. De hecho, en el ranking que Forbes elabora cada año con las que más dinero ganan, Gisele ocupaba en 2012 un imbatible primer puesto gracias a los 45 millones de dólares de beneficios por su trabajo. Muchas empresas españolas no llegan jamás a generar esas cifras. Aunque, lo que mejor perspectiva ofrece sobre el poder económico que mueve la brasileña es que la siguiente en la lista, la siempre ubicua Kate Moss, apenas llega a los nueve millones de dólares.
Su fortuna procede de ser la favorita para las campañas de las firmas de lujo más importantes, como la que protagoniza para Les Beiges de Chanel, pero también del poderío de Brasil como nueva fuerza económica en pleno crecimiento. Allí, Gisele es Midas, y cualquier cosa a la que se acerque se transforma en oro de manera instantánea. Porque, además de posar, y vender con su imagen los sueños de lujo, glamour y belleza de los demás, consigue beneficios con sus propias aventuras empresariales, como el diseño de las colecciones de sandalias para la firma Ipanema (aunque los beneficios los dona a proyectos benéficos) o su propia línea de cosméticos naturales, Sajaa.
Y aunque vive en Boston (EE.UU.), donde su marido desarrolla su carrera deportiva, Brasil continúa más que presente en su vida. Todos los comentarios que hace en Twitter e Instagram están escritos en sus dos idiomas oficiales, inglés y portugués, y la mayoría de los comentarios que recibe en sus interacciones habituales en las redes sociales provienen de su país.Toda esta parafernalia económica y social contrasta con una muy personal amalgama espiritual que le sirve de guía en la vida. Aunque creció como católica, profundizó en el budismo durante una estancia en Japón. Sus ídolos son Gandhi y la madre Teresa, a quien cita constantemente, y sus buenas intenciones no se quedan en humo; se transforman en hechos.Tiene su propia fundación filantrópica, Luz, a través de la que realiza importantes donaciones a todo tipo de proyectos caritativos, y es embajadora de buena voluntad de Naciones Unidas para el medio ambiente. Es lo que ella denomina “mi trabajo de hormiguita”. La realidad es que lleva inmersa en proyectos medioambientales y de mejora de la vida de las mujeres en todo el mundo desde hace más de 10 años.
Entre sus éxitos solidarios se cuentan haber mejorado las conducciones de agua potable de Horizontina. Pero también consiguió dinero para reforestar la Amazonia y donó personalmente más de un millón de euros a la Cruz Roja después del terremoto de Haití. También se apunta a todas las campañas de ONG que signifiquen mejorar las condiciones de los niños en países subdesarrollados. “Mis hijos van a ser privilegiados, nunca les va a faltar la comida, pero quiero que viajen y vean las realidades de los demás para que sean conscientes de que existen otras cosas y no pierdan la perspectiva”. Al final, Gisele Bündchen no va a necesitar recurrir a las alas de Victoria’s Secret para ser un ángel.
Defensora de un estilo de vida sano y positivo, Giselle Bündchen ha sido escogida por Chanel como nuevo rostro de la línea de maquillaje Les Beiges por encarnar la belleza natural. En la imagen, la modelo lleva el tono 40 de la colección. A la derecha, estuche Les Beiges, Pudre Belle Mine Naturelle (48 €). Abajo, crema Belle Mine Multi-Áction (C.P.V.), ambos de Chanel.
Ocupan casi el 66% del recorrido de su cuerpo y contribuyen a hacer de su anatomía una de las más envidiables del planeta: casi 86 centímetros de extremidades que ella acentúa siempre con stilettos para alcanzar la altura de su marido, Tom Brady, que mide más de 1,90 metros.
Su rostro es el epítome de la salud a la intemperie y la imagen de Les Beiges de Chanel, unos polvos de maquillaje efecto buena cara natural con protección SP15/PA++ que se aplican con un pincel kabuki ideado por Peter Philips, el director creativo de la “maison” francesa.
A pesar de los dos embarazos, luce vientre compacto y definido. Practica asanas tres veces a la semana, hace kung fu con la misma frecuencia y se alimenta de frutas y verduras recogidas directamente en el huerto de su casa en Costa Rica (tiene otras dos, en Boston y en Los Ángeles).
Gisele posee dos poderosas razones que la sitúan por encima de modelos como Heidi Klum y Adriana Lima, según la revista US Weekly, que eligió sus senos como los más bellos del mundo. A los 32 años, no solo siguen en su sitio, sino que parece que se elevan todavía con más soltura.
Si al principio parecían una desventaja para la modelo, al final se han acabado convirtiendo en uno de sus puntos fuertes. Afilados, con un toque de felices pecas aquí y allá, parecen acariciados por el sol con el bronceado justo. Son, sin duda, una de sus señas de identidad.
Parece bendecida por los dioses, como casi todo su organismo. Pero lo que en otras es el resultado de horas de trabajo (y alguna que otra extensión), en Gisele es pura genética. Sus ondas castañas son naturales y lo único que tiene que hacer es dejar que su cabello se seque al aire.
via mujerhoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario