Lisboa es la ciudad en la que he probado el mejor filete dentro de un poco de pan de mi vida. Y es que pocos países del mundo pueden presumir de una gastronomía capaz de hacer de lo más simple un manjar. Solo aquellos que han hecho de cada comida del día un ritual, que se detienen a cocinar y disfrutar de sus platos como si cada vez fuera la última, cuentan con tal honor. Portugal es un buen ejemplo, y que lo sea resulta muy agradecido para los que buscamos algo más que hacer fotos cuando viajamos.
De las delicias portuguesas podría escribirse un libro, pues el mero hecho de entrar en una panadería abre al visitante un mundo de posibilidades. Sería factible desayunar, comer y cenar en uno de estos establecimientos. Pero de todo lo que ofrecen, y en el caso de encontrarnos en Lisboa, habrá algo que siempre tendrá un lugar honorífico en los escaparates: los pastéis de Belém. Unas tortitas de crema del tamaño de un puño elaboradas según una receta secreta que, dicen, no ha sido desvelada en 200 años.
La cuestión es que mucha gente dice no haber resistido la tentación de pisar Lisboa y estar comiendo pastéis de Belém a todas horas. Aunque la tradición dice que lo mejor es comerlos recién hechos, con azúcar y canela espolvoreada por encima, la verdad es que incluso fríos y ‘a palo seco’ son todo un placer para el paladar.
Estos pastelitos pueden encontrarse en toda la ciudad, pero existe un lugar típico en el que degustar los también conocidos como ‘pastéis de nata‘. Se trata de la Casa Pastéis de Belém, a tocar del Monasterio dos Jerónimos. De hecho, la historia dice que fueron precisamente los monjes del monasterio más bello de Lisboa los que empezaron a comercializar estos pasteles. El éxito fue tal que nació esta confitería, la única que conoce la receta original y que goza del denominado ‘Taller del Secreto’, del que diariamente salen unas10.000 tortitas.
Ni decir tiene que este local es una parada obligada en un viaje a Lisboa. Que no os agobien las colas, pues en su interior esconde varios comedores, uno de ellos de grandes dimensiones. En cualquier caso, y después de probarlos en su lugar de origen, podréis saciar el capricho a cualquier hora y en cualquier zona de la ciudad.
Para terminar, una curiosidad: ¿Sabíais que los pastéis de Belém son muy populares en China? Llegaron a Macao cuando esta ciudad era una colonia portuguesa, y a día de hoy se han convertido en un postre tan esencial que incluso figura en la carta de algunos McDonalds. Un postre que cruza fronteras merece, como mínimo, una oportunidad.
Ingredientes:
- 2 planchas de Hojaldre refrigerado
- 200 grs. de Azúcar
- 100 ml. Agua
- 1 rama de Canela
- 1 cáscara de Limón
- 500 ml. de Leche
- 75 grs. de Harina
- 5 yemas de Huevo
- 1 Huevo
Elaboración:
- 2 planchas de Hojaldre refrigerado
- 200 grs. de Azúcar
- 100 ml. Agua
- 1 rama de Canela
- 1 cáscara de Limón
- 500 ml. de Leche
- 75 grs. de Harina
- 5 yemas de Huevo
- 1 Huevo
Elaboración:
Se hace primero un jarabe. Se pone en un puchero el agua, el azucar, la canela y el limón. Se pone al fuego medio y sin remover se deja que llegua al punto de ebullición. Se retira del fuego y se deja enfriar.
Se pone la harina en un recipiente y se disuelve con un poco de leche, batiéndola bien. Se hierve el resto de la leche. Se añade la leche hirviendo, a la harina diluida, sin dejar de batir. Se añade después el jarabe frío, poco a poco removiendo sin parar. Se bate el huevo con las yemas, ligeramente, para que no espumen, y se van añadiendo a la mezcla con un colador, incorporándolos hasta que quede homogénea. Todo esto se hace fuera del fuego. Va a quedar una pasta líquida, como una crema sin espesar.
Se precalienta el horno a 225º. Se bañan los moldes con mantequilla y harina. Se corta el hojaldre con un recipiente de la medida del molde, y se forran todos. Se llenan los moldes con la crema, sin llegar hasta el mismo borde, por que rebosaría en el horno.
Se introducen inmediatamente al horno ultrafuerte y se retiran cuando se empiezan a dorar. Se pueden servir espolvoreados con canela ó con azucar glace.
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