lunes, 18 de abril de 2011

Tu venias...

No me has echo sufrir
sino esperar.
Aquellas horas
enmarañadas, llenas de serpientes, cuando
se me caia el alma y me ahogaba
tu venias andando,
tu venias desnuda y arañada,
tu llegabas sangrienta hasta mi lecho,
novia mía
y entonces toda la noche caminamos
durmiendo
y cuando despertamos
eras intacta y nueva
como si el grave viento de los sueños
de nuevo hubiera dado
fuego a tu cabellera
y en trigo y plata hubiera sumergido
tu cuerpo hasta dejarlo deslumbrante...

Poema de Pablo Neruda

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